dimanche 12 juillet 2009

De la ruta de la muerte al año nuevo aymara

24/06 Poco tiempo ha pasado desde mi ultimo mensaje. Sin embargo, tantas cosas han pasado desde su puesta en linea que no resisto las ganas de escribir uno nuevo. Además, desde esta mañana debo guardar cama a causa de una indigestión grave de pique a lo macho (para que entiendan de qué se trata, aquí viene una lista - no exhaustiva - de sus componentes: papas fritas, plátanos machos (fritos), cebollas (fritas), tomates, salchichas, chorizo, trozos de carne de ternera, huevos duros, el todo nadando en un jugo de cocción espeso y bien graso… Este plato es ciertamente el peor enemigo de los dietéticos bolivianos… (y ahora el mío también)). Para evitar detalles, sólo diré que es el tipo de plato menos agradable para regurgitar (pero desde una hora, estoy mejor: hasta acabo de engullir un plato de arroz blanco con un trozo de pan. Espero un output positivo de mi sistema digestivo¡ La respuesta vendrá en unos minutos mas!)…


Hoy voy a empezar por hablar del cráter de Maragua, donde Coline, Gaëlle y Michael (dos amigos franceses que trabajan también en Ayni), Bruno y yo fuimos hace ya dos semanas. Nos encontramos a las 9h un sábado por la mañana en un barrio periférico de Sucre. Según el « routard », mi “biblia de viaje”, de allá salían los buses para Chaunaca, un pueblito ubicado a 3h de caminata de Maragua y de su cráter
¡En lugar de bus, subimos a un camión de mercancías! Nos instalamos encima de la cabina del chofer, los pies a unos centímetros de los rostros de unos campesinos sentados debajo de nosotros, al medio de bolsas de cereales y otros productos agrícolas


En efecto, ¡la mayor parte del tiempo aquí los productos alimenticios son todavía encaminado hasta los pequeños pueblos a lomo de hombre (o de mujer)! ¡Los bolivianos son capaces de recorrer distancias impresionantes cargados como burros! (Pausita porque el arroz no pasa… voy a trocar el computador por un bacín y esperar. Veremos que pasa)


25/06: Desde mi mensaje de ayer, he zampado un trocito de kouign aman (delicioso pastel bretón preparado por Gaëlle), que he vomitado a la mitad de la noche. Y hoy un trozo de pan y un plátano, los cuales están todavía trancados en mi esófago. Como resultado, guardo la cama hoy día también, y aprovecho la ocasión para retomar mi relato...

Bueno, prosigo sobre el cráter

Unos minutos después de nuestra partida de Sucre, sorpresa: ¡una vaca se subió al camión! Varios minutos fueron necesarios para hacerla subir y reposarla mal que bien al fondo del remolque, pero luego no rechistó en todo el viaje. De mi lado, considerando lo duro que era para nosotros guardar el equilibrio en posición sentada, sufría al ver sus finas patas mantener apenas su cuerpo de pie (¡y todo eso para terminar en el matadero, que trágico, ¿no?!¡Pero a diferencia de los animales de ganadería industrial (almacenados durante toda su vida), está habrá pasado todos sus días al aire libre!)

Después de una buena hora y media de camión en estrechas rutas de montañas en zigzag, el chofer nos desembarcó en una intersección de donde salía el camino que buscábamos. Llenos de ánimo, nos pusimos a caminar.

En general, cuando uno se va de excursión en Bolivia, es muy difícil saber precisamente cuanto tiempo va a durar su caminata. Los habitantes tienen poca noción del tiempo y de las distancias. Aquel fin de semana, cuando preguntábamos a la gente cuanto tiempo restaba hasta Maragua, algunos respondían un cuarto de hora y unos metros más lejos otros decían « una hora » … Los campesinos saben cuantas curvas quedan antes de llegar a un pueblo, o qué hora es según la ubicación del sol, pero para algunos occidentales acostumbrados a datos exactos, puede parecerles muy aproximativo ! Al final una buena caminata nos esperaba ya que 4h fueron necesarias para llegar a Maragua (pensábamos necesitar 2h30 máximo). Llegamos allá hacia las 4h de la tarde, muertos de hambre y apresurados por encontrar un lugar donde acampar. El pueblo, con sus callecitas desiertas, su única tiendita (cerrada a nuestra llegada), y su iglesia deteriorada, se asemejaba a un pueblo fantasma. Situado al centro de un cráter gigante de orígenes oscuros (¿meteorito? ¿erupción volcánica? Cada uno tiene una versión diferente), sus habitantes viven de agricultura y ganadería Por eso tienen que ir regularmente a la ciudad para intercambiar sus productos por los otros productos de primera necesidad.


Después de otra media hora de vagabundeo en el pueblo buscando una buena alma para informarnos, acabamos por encontrar bonitas cascadas a unos pasos del pueblo. Decidimos acampar allá. Era tiempo porque la noche ya empezaba a caer! Dispusimos piedras en círculo y fuimos a recoger las escasas ramas que yacían en los alrededores para calentar la sopa de Gaëlle Al cabo de los preparativos, estábamos listos para una corta pero deliciosa noche junto al fuego, bebiendo sopa, singani y jugando al tarot. Pero ya a las 10 el frío había ganado intensidad y cada uno se puso en su bolsa de dormir.


El programa del día siguiente era muy incierto: algunos de los habitantes nos habían anunciado que una « reunión de trabajo » iba a tener lugar en el pueblo al medio día y que, por consiguiente, un camión para Sucre iba a salir en la tarde. En cambio, referente a su hora de partida, las versiones diferían mucho : ¿12h, 14H, 16H, 18H?… imposible saberlo! Como era nuestra única oportunidad de llegar a Chaunaca en transporte motorizado, estábamos determinados a esperar. A las doce, nos instalamos en la plaza de la iglesia. Varias horas pasaron. Hacia las 3, Coline, arriba de una cerca con un larga vistas en las manos, acabó por distinguir un vehículo aparcado en la plaza central. Efectivamente, era el camión que esperábamos pero sus chóferes estaban ocupados arreglando un neumático. Tuvimos que esperar una hora más. Salimos a las 5.


Lo que no imaginábamos, era que también el estado entero del camión dejaba que desear. Después de unos kilómetros, fue primero la caja de cambios que se embromó. Por suerte, unos arreglos (y tragos de alcohol para el chofer) más tarde, fue reparado y pudimos partir de nuevo.


Unas cuantas docenas de metros más allá, un neumático explotó. El chofer consideró inútil detenerse por algo tan pequeño (como los neumáticos van en pares, el segundo todavía funcionaba...). En el camión, el ambiente era un poco tenso: los blancos evacuaban el estrés haciendo bromas, los bolivianos rezaban en silencio para que éste enésimo trayecto Maragua-Sucre no fuera el último. Por suerte (o por milagro), llegamos sanos y salvo a Sucre, hacia las 20h, ¡cansados y hambrientos, pero muy contentos de este fin de semana tan emocionante!


Tres días más tarde, debía salir para Arica, en Chile, para reunirme con Cristian y Juan Luis, dos amigos, y pasar unos días de vacaciones con ellos. Como mi pasaporte estaba todavía entre las manos de la migración, Nelly había redactado para mi una carta dirigida a los servicios migratorios de La Paz a fin de obtener un préstamo excepcional de pasaporte ¡Mala suerte!: después de cuatro horas de espera frente a funcionarios muy poco cooperativos, me anunciaron que mi pasaporte no había llegado a La Paz y que no podían hacer nada por mí. Después de haberme enojado sólo lo necesario (en este tipo de lugar, es siempre mejor saber contenerse), recogí mis mochilas y me fui, rabiosa. Finalmente, mientras Bruno se iba a esperar a Olivier (uno de sus amigos), en Perú, me quedé esperando a Cristian y Juan Luís en La Paz. Cristian llego al día siguiente en la noche, y Juan Luís un día después


La semana en La Paz transcurrió realmente bien. Yo que creía conocer la ciudad, descubrí un montón de nuevos lugares y viví muchas nuevas experiencias. El hostal, para empezar, estaba a buena distancia del estruendo del centro, con flores y animales, me hizo bien. La bajada de la ruta de la muerte en bici, luego, resultó una experiencia inolvidable.


Por unos treinta euros, se le viene a buscar hasta su hostal a las 8 y se le conduce al comienzo de la larga bajada que lleva a Coroico (ciudad de los Yungas ya mencionada en el mensaje « Cocoroicooo »). Allá, después del desayuno, servido al borde de la carretera, cada uno se pone su equipamiento (un pantalón y una chaqueta de plástico, más un casco, y protecciones para los que pagaron un poco más (es decir no yo)). Luego, comienzan 3 buenas horas de bajada, primero en una ruta asfaltada durante una veintena de kilómetros, luego en un camino pedregoso que serpentea a la ladera de la montaña durante una cuarentena de kilómetros Los primeros metros, cada uno se agarra al manillar y abre los ojos como foros para no caer, pero luego aprende a amortiguar los choques y a tomar bien las curvas... y se acostumbra..


Como la única chica del grupo, puedo decir con orgullo que no me fue tan mal. Esta ruta, que era tomada por los camiones y los buses unos años atrás, contabiliza centenas de muertos (150 por año en promedio, o sea el equivalente de tres autobuses llenos…). Hoy día, a parte de los turistas más osados que no se dan cuenta del peligro y acaban por salirse de la ruta, los accidentes son escasos. La razón principal es que ahora los vehículos a motor toman otra ruta, mucho mejor acondicionada y por consiguiente menos peligrosa !

Llegamos todos sanos y salvo abajo, sudando en nuestros chalecos naranja, y sedientos por el cambio brutal de temperatura que se da durante la bajada (se llega a una zona tropical !). A la llegada, después de una última « foto-recuerdo » (que me parece tan divertida que no resisto las ganas de ponerla en linea…), la agencia nos dejo en un hostal con duchas, piscina y bufet. Claro, era muy agradable, aunque algo muy « arreglado » para mi gusto. Es que todas las agencias depositan sus « death-roadeurs » en el mismo hostal (con aspecto a club Med) y les entregan una polera estampada « Death Road Survivor » : no muy de mi estilo… En todo caso, a pesar del pasaje obligado por una agencia, creanme: bajar la ruta de la muerte en bici vale la pena ! No dudaría ni un segundo en volver a hacerlo!

Al día siguiente, mis dos compañeros y yo habíamos decidido ir a Sorata, un pueblito a dos horas y media de La Paz en dirección de Perú A mediodía, una vez completadas todas las formalidades administrativas, Cristian pudo ponerse al volante de la (inmunda) jeep dorada que rentamos para la ocasión (no quedaba otra disponible…). Tomamos la autopista en dirección de El Alto, pasaje casi obligado para salir de La Paz. En el camino, fue sorprendente no ver ningúna señalización (ni limite de velocidad), y, aún más asombroso, casi ningún otro vehículo. Pero solo fue llegando al peaje de El Alto que supimos el porque de esta ausencia temporal (de vehículos claro, no de señales): ¡ el bloqueo !

Una vez en el peaje, fue imposible pasar. Coches y camiones daban media vuelta unos después de otros. Un policía nos explicó la razón de esta huelga general : como el precio de los transportes públicos había aumentado, los habitantes de El Alto habían decidido manifestar su descontento bloqueando el acceso a la ciudad durante todo el día. Nos anunciaron que iba a durar hasta las 6 (hora de la puesta de sol). Dimos media vuelta, un poco shokeados por la noticia, y, decididos a no dejar desanimarnos tan rápidamente, nos pusimos a recorrer las calles de La Paz en busca de otro pasaje. Hacia las 4h, después de varios intentos, conseguimos entrar a El Alto por una vía indirecta. Fue mala idea porque no sabíamos que el bloqueo se había desplazado al interior de la ciudad. En las calles, unos coches daban vueltas desesperadamente en busca de una salida, pero no había nada que hacer : las calles estaban bloqueadas por piedras, llantas encendidas o bolivianos/as empecinados. Personalmente, no me sentía a gusto : yo, con mi cara de gringa (término peyorativo que designaba al principio los estadounidenses pero que se extendió a todos los extranjeros), al volante de una jeep dorada, perdida en El Alto bloqueado… mejores momentos he tenido. Hace falta saber que El Alto es el centro del antiimperialismo boliviano. En todas partes de la ciudad podemos leer eslóganes pro-Evo Morales (y contra la incursión de firmas extranjeras en la economía boliviana)

Finalmente, hacia las 17h30, cayendo la noche, decidimos bajar de nuevo a La Paz… y devolver el coche. Dada la peligrosidad de las rutas bolivianas, salir para Sorata tan tarde habría sido una locura.

Después de devolver el coche a la agencia (que por suerte nos hizo pagar un sólo día), nos aliviamos yendo al Valle de La Luna. Este valle, situado a una pequeña hora de micro (nombre dado a los transportes colectivos aquí: camiones de todos tamaños, antigüedad y nacionalidad, aunque ahora muchos vienen de China…) del centro de La Paz, lleva bien su nombre : se asemeja realmente a paisajes lunares. La erosión dio nacimiento a extrañas formas pedregosas entre las cuales se puede pasear. Me recordó mucho el Valle de la Muerte en San Pedro de Atacama en Chile : muy árido, muy desconcertante… ¡ Y muy bonito !

Miércoles por la noche, después de mis adiós a Cristian y Juan Luis que regresaron Chile, fui a instalarme a casa de Daniel donde debían reunirse conmigo tres días después Charlotte (que se había ido a escalar el Machu Pichu con los tres amigos bretones que dejaron Sucre unas semanas atrás), la otra Charlotte acompañada de Guillaume, su novio, de visita por unas semanas, Coline, Olga, así como Bruno y su amigo Olivier. Aproveché esos tres días de calma para trabajar sobre mis talleres y asistir a un ciclo de conferencias sobre los logros del proceso de cambio en Bolivia (reforma del Estado, reforma constitucional, nacionalización de los hidrocarburos, adaptación práctica del multiculturalismo…). El evento era organizado por la Alianza Francesa en colaboración con el Museo de Etnografía y Folclore. En consecuencia, varios investigadores franceses, de entre los cuales algunos me habían sido útiles en mi tesina sobre Bolivia hace dos años, estaban invitados. Me dio mucho gusto volver a meter la pata en el mundo de la investigación y de la política, pero sigo sin tener ningún remordimientos de haberlo abandonado, entonces “zapateros a sus zapatos”. Por el momento, necesito algo concreto!

¿Por qué teníamos que encontrarnos en La Paz ? Para ir, el domingo 21 de junio en la mañana, al « wilkakuti » (año nuevo aymara) en las ruinas de Tiwanaku, antigua ciudad prehispánica, y hasta preincaica, situada en los alrededores del Lago Titicaca. En efecto, para los indígenas del Altiplano, el solsticio de invierno concuerda con el inicio de un nuevo año agrícola. Para esta ocasión, tienen la costumbre de reunirse frente a la famosa Puerta del Sol para recibir allá los primeros rayos del sol (y captar la energía astral). Este año, los aymaras entraban en el año 5517 de su calendario).

Los doce salimos de La Paz el sábado en la tarde, en un minibús que rentamos. En el camino, la policía nos distribuyó mascaras destinadas a evitar un posible contagio de gripe porcina, que nos pusimos todos riendo, para quitarnoslos unos metros más allá.

Cuando llegamos a Tiwanaku, lo primero que vimos fueron docenas de metros de muestrarios de gorros, bufandas, medias, guantes y otras prendas calientes. En el invierno, como se sabe, el problema en Tiwanaku, es el frío. En la noche, la temperatura baja hasta 6 grados y menos (eso es la temperatura registrada al amanecer, cuando estaba ascendiendo). Como resultado, para aguantar, los bolivianos se abrigan de la forma más caliente que pueden, y luego bailan y toman toda la noche. En mi caso, después de unos té con té (té de canela con limón y singani, ¡ una delicia !) y pasos de bailes en la plaza central, volví al camión para dormir unas horas. A las 6h, nos levantamos todos. Sleepings en los hombros, salimos en dirección de las ruinas. Allá, con las manos levantadas a la aurora, centenas de bolivianos estaban presentes para recibir el sol. Delante de la multitud, los líderes indígenas procedían a rituales : sacrificios de llamas, encantamientos… aunque no se veía mucho, la emoción estaba presente!

Después, fuimos a degustar unas truchas en las riberas del Lago Titicaca (la trucha es casi el único pescado consumido en Bolivia. Obviamente, es un pez de agua dulce…). Sólo vimos una pequeña parte del Lago pero pienso volver a ir… !

Después de esos diez días de vacaciones, era tiempo de volver a Sucre ¡ Ni hablar de faltar más a mis talleres ! Además, desde hace unos días estamos trabajando en un proyecto : organizar a mitad de julio una « feria alimenticia y de juegos» ¿En qué va a consistir? Heeeee… es un poco largo de explicar. Será para el próximo mensaje !

¡ Denme noticias !
Besos a todos,

Marion


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